jueves, 1 de julio de 2010

Los perfectitos

A uno a veces le da cosa escribir sobre ciertos temas. Sobre todo cuando son espinosos, cuando puede repercutir de tal o cual modo en quien los lee. Pero cuando algunas cosas son escritas, y no trascienden (por poco que trasciendan) a nuestra plataforma, que es TTMO, y quedan sepultadas en “Mis Documentos”, hacen ruido. Me dejan incomodo. Tras un tiempo, de leerlos, de modificarlos, de repensarlos, dan el salto, y aparecen hoy y ahora aquí. Este escrito en particular, es uno de esos.

Uno de esos espinosos temas, tan en boga hoy en día, es el matrimonio entre personas del mismo sexo. Hace unas semanas, tuve una discusión con unos amigos, que no termino de una forma muy amigable, pero que me hizo pensar mucho, y merced a esa charla, llego este texto, que hoy comparto en TTMO.

Los Perfectitos

Cierto sector de la sociedad, cree que la homosexualidad es una enfermedad. Una alteración de la normalidad. Justamente, porque creen en la normalidad. Fea palabra. Creen en un estándar. Algo que viene determinado, social o religiosamente. Algunos, creen que el señor dios nos hizo de una forma. Y esa es la única forma aceptada por ellos. Entonces, la normalidad divina, es la heterosexualidad. Y si te gusta una persona del mismo sexo, sos un espurio pecador, y debes ser castigado, condenado al fuego eterno. La explicación deviene celestial. Mientras, lo social, es un poco mas complejo, pero tiene el mismo medio (la anormalidad), y el mismo fin (allá pecadores, acá inferiores). En ambos casos, se incurre en una discriminación justificada por argumentos que (afortunadamente) día a día se caen a pedazos.

Sin embargo, aquellos que defienden la perfección hetero, siguen recayendo en falacias, amparándose en la biblia, en ¡la extinción de la raza humana!, o en el mismísimo Freud (quien a tiempo logro modificar sus teorías sobre la homosexualidad, diciendo, por ejemplo, “Es una gran injusticia perseguir la homosexualidad como si fuera un crimen, y una gran crueldad también”), para sustentar una desigualdad que creen lógica.

Los perfectitos, los normales, no aceptan como propios a los anormales, a los raros, a los que exceden la regla. Los gordos, los flacos, los bajos, los altos, los ciegos, los sordos, los pobres, los mancos, los rengos, los putos, somos inferiores para ellos. Y si uno de estos seres alienados, “padece” uno de estos males, reprimirá su conducta, la tachará, la intentará llevar al olvido, para seguir siendo perfectito.

Hay personas que piensan que la homosexualidad es una enfermedad. Hay obispos que quieren mandar a los homosexuales al psiquiatra. Hay gente que cree que la orientación sexual se puede torcer. Hay gente que piensa que la raza humana se extinguirá, si finalmente se aprueba el matrimonio gay. Hay gente que cree que los putos son distintos, diferentes, desiguales. Inferiores.

Lo que la religión, la ciencia, y los perfectitos no entienden, es que, paridos de la misma sociedad de la que nacemos hetero y homosexuales, volveremos a nacer hetero y homosexuales. Casados o no, con igualdad de derechos o no, discriminados o no.

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